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EDITORIAL
La ardua tarea del director de obra y del represen-
tante técnico se ha basado fundamentalmente en
las sugerencias primero y órdenes después impar-
tidas a los distintos actores de la obra, quienes en
un primer momento parecen entender las directivas
pero enseguida las olvidan o mal interpretan.
En estos casos es de gran ayuda el “ Libro de Obra”
muy frecuentemente ausente y otras tantas tabla de
salvación al momento de delimitar responsabilida-
des.
La historia de cada obra debiera estar reflejada en
sus páginas, aclaraciones, detalles, reclamos, cro-
quis, solicitudes al contratista y /o propietario, ins-
pecciones, avances y demoras, adicionales o dismi-
nuciones a las tareas contratadas y todas aquellos
detalles o circunstancias que puedan evitar la frase
“ pero si yo se lo dije …”.
Las palabras
se las lleva el viento,
el libro de obra queda.
Arq. Fernando Piñeiro Bengoa
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