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terio de Comunicaciones, que por aquellos días proyectó una se-
rie de obras muy buenas en toda la República, en general Correos,
entre otros el edificio “Continuidad”, estacionamiento de vehículos
desarrollado en una rampa continua que está en el Puerto de Bue-
nos Aires y cuyo destino en este momento es incierto. Me inclino a
pensar que éstos habrán sido sus primeros apoyos, y de entre ellos
se me ocurre que el más sólido habrá sido Pancho Rossi, un serio
y estudioso docente y compañero de trabajo. También pienso en
Eudaldo Vidal, proyectista del Correo de San Rafael, Mendoza, con-
sultor obligado, arquitecto, catalanista y melómano.
Una triada de personajes que se destacaban por aquellos tiempos
en el campo de los proyectos, los concursos, los trabajos de gran ca-
lidad, aún siendo alumnos, eran Grosso, Ravazzani y Rau. Horacio
Grosso, un personaje singular, no llegó a recibirse de arquitecto en
la FADU, a causa de un tragicómico entredicho con un profesor en
un examen que le costó la expulsión de la UBA. Era además un poe-
ta que escribía y cantaba tangos, entre los que popularizó
“En aquel
maduradero de bananas”
. Emigró a Inglaterra, donde tuvo destacada
actuación en el British Council durante mucho tiempo. Regresó en
condiciones de salud precarias, hace algunos pocos años, y dicen
las “buenas lenguas”, que Clorindo contribuyó a hacerle más lleva-
deros sus últimos días…
Antonio Ravazzani, fue un destacadísimo arquitecto que desarrolló
su profesión principalmente en Punta del Este, Uruguay, donde es-
tableció su domicilio, y dejó obras muy importantes.
A Rau le perdí la pista: era un dibujante superlativo: yo reconozco
que conocí dos dibujantes eximios: El Arquitecto Oscar Mongsfeld,
urbanista que tiene una calle de Rosario con su nombre, y Rau. Rau
dibujaba con puntitos, con un plumin, sin marcar nunca una línea
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