Discapacidad Arquitectura y Sociedad | Distrito IV CAPBA | Arq. José Failla - page 32

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Con los años, la fe que nunca perdió, le hizo tener esperanza que, a pesar de se estado, su
hija fuese aceptada en catequesis para que le enseñaran las cosas de Dios, como ella decía, y
pudiese tomar la primera comunión con los demás chicos.
Pero otra vez la incomprensión le mostraría su peor cara. La catequista sentenciaba que su hija
no entendía lo que ella explicaba, y no participaba de las clases como los demás chicos. Tampo-
co participaba activamente de las celebraciones religiosas, y entonces no podía “aprobar cate-
quesis” y no estaba en condiciones de tomar la comunión, y así se lo haría saber al Padre Carlos
Fueron inútiles las explicaciones que la mamá de María le daba a la catequista. María entiende
cuando le hablan despacito, no le puede contestar con palabras como los otros chicos, pero
fíjese en su mirada y va a ver que sabe lo que le está diciendo…Pero no había forma de que la
catequista entendiera que era ella la que debía cambiar para que María entendiese lo que le
estaba diciendo. Hablarle despacio, acompañar con gestos sus palabras, con sonrisas, con dibu-
jos, con música, con juegos…con amor…ya que de esta manera su mamá la había criado, y ella
había crecido como persona que comprendía todo, aunque la respuesta siempre la daba con su
profunda mirada y su esbozada sonrisa…A pesar del informe que le impedía tomar la primera
comunión, la mamá de María seguía teniendo esperanza de ser comprendida, había aprendido a
lo largo de la vida que la incomprensión de unos siempre termina en la comprensión de otros,
tal como se lo demostró el padre Carlos en las emotivas palabras que pronunció durante la cere-
monia religiosa, donde María tomó su ansiada primera comunión junto a los demás chicos
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